martes, 3 de enero de 2012

Viviendo en una plegaria.

Probablemente nunca llegue a ser un buen músico.
Porque sé que la música son matemáticas y a mí me gusta mezclar los versos libres.

Son las 6 de la mañana y yo vengo de malasaña. La poca gente que había tropezaba con su propia realidad, mirando a todos sitios desorientados y asustadizos. 

Los operarios están aún montando el metro para que Dios ayude a los que madrugan a llegar a tiempo.
Taxis libres de sueño y el asfalto mojado de tanto sudor de la noche.

Se oye al silencio deslizarse entre las sombras, mientras que la oscuridad se esconde en los portales, ya que pronto amanecerá y no quiere que la luz descubra su cuerpo desnudo y opaco.

El frío no hace otra cosa que provocar que los semáforos se estremezcan en color por estar tan quietos y lucidos. Lúcidos mandando a los coches.

Alguien está haciendo fuego en las alcantarillas, supongo que para espantar al miedo hediondo que habita en el corazón de los hombres. Hemos de sobrevivir al invierno.

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Mi madre ha vuelto a levantarse histérica, y tiene toda la razón del mundo.
Tengo que dejar de pensar que vivo sólo en esta casa.

Pero aunque mañana sea el mismo día, habrá una diferente historia.
Buenas noches.


Mientras que los zapatos duermen, alguien llama a tu puerta.

Pablo.