lunes, 30 de abril de 2012

Madriz impetuosa.

Vestida de largo en noches que terminan de día.
Tan oscura, tan brillante, tan cálida,
y a la vez tan fría.

Ahí, quieta.
Me mira susurrando caricias de azúcar.
Tiritando.
Parpadeante.

Cuelgan limones fluorescentes en farolas verdes.
El hormigón corre bajo nuestros pies, y soy capaz de arañar el cielo con tan sólo mirarlo.
A veces, un azul estridente y ecléptico trata de romper la monotonía de los halógenos blancos, el rojo de las señales y el ámbar intermitente. Y todo se queda en un imperfecto orden a su paso.
Cruces salvajes y teclas de un piano.
Sombras capaces de proyectarse en mil direcciones.
El horizonte de llegar a casa..

Un miércoles cualquiera en cenizas.
La misma escalera.
La misma melodía.

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Cada uno de los caminos que cojas la lo largo de tu vida te llevarás allí a donde realmente perteneces.


Huracanes.


Él llegó atravesando el océano.


Todo estaba en su cerebro.


Pablo.


miércoles, 4 de abril de 2012

4:45

Existe un momento durante la lluvia.
En el que no hay nada ahí fuera. 
En el que todo es aquí dentro.

Dura sólo un segundo, o quizás menos.
Y es la razón de que todo sea distinto.
Para siempre.


Todo aquello que está en tu interior saldrá a la superficie.
Todo aquello que no eres durará poco tiempo.
Y todo aquello que sinceramente entregas será eterno.

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Han sido ya varias las veces en las que se han repetido las mismas palabras, las mismas frases y los mismos comentarios.

Vengo a desmentir todos y cada uno de ellos.

No se trata de que me molesten o de que me enfaden.
De hecho son positivos.
Pero la única verdad es que no son ciertos.




Pablo.