lunes, 31 de octubre de 2011

Segundo capítulo.

Ya sé que soy un desastre, que lo dejo todo para última hora, que no soy constante y que soy más vago que una estera... Llevo más de diez días para terminar esto y no lo hago. Podéis criticarme tooodo lo que queráis, lo asumo.
En fin allá va la segunda parte.

Por si te perdiste la primera parte, todo vienen de aquí:
 (http://slideinbabe.blogspot.com/2011/10/algo-nuevo-y-distinto-i.html)




(Mini) Cap.2
Noise and Blues. But not Pain.


Nos levantamos al unísono del sitio. Ella coge su libro en la mano, pues no lleva bolso ni nada donde meterlo y yo me dirijo a pagar a Alfonso:

-Han sido dos pintas de Steve U. ¿Cuánto te debo por esto?
-Pues cuatrocientos y cuatrocientos son ochocientos. -se ríe- A ver si de una vez por todas nos sacáis de pobres... ¡Que esto no puede ser!
-Bueno, bueno, ochocientos no llevo ahora mismo encima, pero te puedo pagar ocho. Apúntame el resto en la cuenta si quieres. -le entrego un billete de diez euros y me devuelve los dos correspondientes-.

Ella hace lo propio, y yo le indico mediante gestos que voy un momento al baño. "Can't see my little Jonnhy...", agarro el picaporte y entro. Luz blanca y azulejos, como cualquier otro baño. Hay un gran espejo encima del lavabo que siempre me ha atraído, y después de haber vaciado el depósito me miro en él al tiempo que lavo mis manos. Debe de haber un mundo detrás ese trozo de cristal y plata en el que el otro yo se pregunte las mismas cosas de mí que me pregunto yo sobre él. En armonía proyectamos una serie de ideas sobre lo que debemos ser en esa imagen tan nítida como irreal. No me ha dado motivos para desconfiar, así que le creo cuando me muestra a mí acicalándome. En realidad es una réplica fidedigna pero invertida del yo, que  hace todo lo malo hay en mí bueno y viceversa. Nos sonreímos, me seco las manos en el pantalón y salgo preparado para que lo que tenga que ser sea. 

Ella me está esperando con el libro cogido con las dos manos formando un triángulo invertido con sus brazos y hombros; y yo, yo no llevo nada más que lo puesto, el abono joven, las llaves de casa, el mó-... Mierda. Ya me lo he vuelto a dejar, bueno, peor hubiera sido no poder entrar en casa una semana hasta que volviera alguien de mi familia o llamar a un cerrajero para que cambiase la cerradura. Bah, no pasa nada.

-¿Nos vamos? -hace un gesto con la cabeza señalando hacia la puerta-.
-Sí, sí -salimos por la puerta del bar-. ¡Hasta luego, Alfonso!
-Ale, ¡pasadlo bien! -y se vuelve a sus sudokus y crucigramas-.

Como buen caballero cedo el paso, y ambos recibimos una suave brisa en la cara.  Me despejo un poco tras las dos pintas, y... ahora que lo pienso:

-A todo esto, ¿cómo te llamas?
-(Ríe de una manera muy dulce) Vale, me llamo Laura. No te voy a dejar con la intriga, aunque habría sido un juego muy gracioso.

A la luz de las farolas veo acercarse unos labios generosos, que no escatiman en besos. Por lo visto ahorrar en eso no es lo suyo, ya que sabe dar todo cuanto tiene sin parecerme invasiva. Me coge del hombro y yo por la cintura, algo totalmente cordial, pero cuando nos acercamos más puedo sentir cómo hay un perfume que sube desde su cuello hasta la nuca que se dispersa cuando mueve el pelo. Es vainilla. Me lo imagino como si fuera una nube de espirales de amarillo claro y color canela que se enroscan en mi cavidad nasal y explotan al más leve contacto con los sensores olfativos. Es una atmósfera muy agradable, un sitio donde podría quedarme un buen rato sin tener que pensar en nada más que bombear ese aire a mis pulmones...

-Bueno, ¿y tú? 
-Eh... -me he quedado un poco noqueado después esto, y aún reposa mi palma derecha sobre su cadera, en el lugar de donde me suelo colgar-. Yo soy Mario, encantado.
-(Sonríe) ¿Te apetece que vayamos dando un paseo?
-Por supuesto, esta noches son para aprovecharlas. Ya tendremos tiempo de usar el transporte público cuando haga frío.  ¡Eso si no nos da por hibernar! -nos despegamos y echamos a andar-.

Vamos dirección centro, pasando por Princesa, Plaza España y hasta Gran Vía. Todo está realmente en calma y yo adoro el verano. Laura es una chica que no presume de lo que tiene, ni se jacta de saber acerca de esto o lo aquello, es sencilla y de esas personas que "no saben mucho de casi nada." Hablamos acerca de la fauna madrileña, de los personajillos que nos hemos ido encontrando a lo largo de nuestra vida y de nuestros amigos, algo que, al fin y al cabo nosotros también somos. A medida que avanzamos empiezan a aparecer chinos vendiendo cervezas y sonrisas a veces forzadas, pero a mí me ha caído bien este así que me voy a comprar una.

-¿Tú quieres otra?
-No, no, a mí la cerveza me hincha mucho. No te preocupes. Además ya estamos cerca del sitio, ya me pediré una copa allí... -me dice mientras que me regala una sonrisa, o bueno, quizás se le haya escapado. Definitivamente-.

Es cierto que un euro por una lata es bastante y que en la tele han salido reportajes sobre insalubridad en venta ambulante, pero en esta vida siempre hay un punto donde la fe cobra más importancia que cualquier razonamiento lógico y en este caso tampoco es tan importante el hecho de una lata más o menos.

Madrid es un zoo de personas y de presiones. Hay distintas culturas, con distintas aspiraciones y metas, de gente que te inspira más confianza y gente que menos, hay limpieza y suciedad, mendigos y ricos... Contrastes si queremos llamarlo así. Que en conjunto forma la paleta del pintor que traza las líneas sobre un lienzo de asfalto, hormigón, alcantarillas y pasos cebra. Pero es en la Gran Vía donde se concentra el grueso de la gente más variopinta que podrás encontrarte, y más aún de noche. Como si fuera un parque temático. Chicas que con tacones andan como si fueran velocirraptores, Drag Queens en el palacio de la prensa, armarios de puertas tamaño dos por dos, esqueiters haciendo de las suyas en la calzada y muy poca gente que conozca a Buddy Holly pero que va de carnavales todo el año. Caminando tranquilamente se pueden ver grandes sabios metidos a transeúntes y transeúntes metidos que se desconocen hasta a sí mismos. 

El ecosistema madrileño es bello en todas sus formas y yo no sé si habré bebido demasiado, pero empiezo a verlo todo más mucho más relajado. Sin que las formas sean tan importantes como el contexto, y en definitiva, noto un ligero temblor de la horizontalidad. Las luces van hacia detrás, mientras que avanzamos hacia delante, y por fin llegamos al sitio. En mi reloj los números bailan alguna danza en estéreo. "-Cómo pasa el tiempo, joder." El último trago, tiro la lata vacía a la basura y entramos.

Normalmente no me llama la atención el rollo de discotequeo puro y duro, pero un día es un día y ella quería ir a bailar. Además, creo que no tengo ningún plan mejor para hoy y este aroma en el que me hallo inmerso podría sacarme hasta el secreto más profundo si me lo pidiese de la manera adecuada...

En realidad al entrar me doy cuenta de que es un bar reconvertido a pista de baile, en el que han bajado las luces y han subido la música, con algunos proyectores que dan rollo al ambiente. Hay dos barras, una justo pegada a la puerta y otra en el fondo del local, mucho menos iluminada y más vacía. En los laterales hay mesas y sillas altas, donde hay algunos grupos de gente charlando. Algo que siempre me ha parecido paradójico, que se elijan los lugares más ruidosos para tener las conversaciones más profundas. Por suerte en este lugar la música es aceptable, nada de ritmos latinos y bombos asesinos de cajas.

Laura no para de saludar a sus amigos desde lejos y me presenta a un grupo de cuatro chicos que estaban sentados en frente de la primera barra, y se une a ellos en la conversación. Yo creo que pediré una copa, no es cuestión de que no tenga confianza para sentarme con ellos, sino de que mi garganta pide gritos ser refrescada.  Me acerco a su oído de vainilla a ráfagas y:

-Oye voy a pedir una copa ¿vale? Ahora vuelvo.
-Sí, sí. Estamos aquí.


Por alguna razón me dirijo a la barra del fondo, en la que hay menos gente y luz y espero mi turno para ser atendido. Cuando por fin me toca...:

-Hola cielo, ¿qué te pongo?

-Hola, sí... quería un gin-tonic.
-¿Y... alguna en especial?
-Pues ahora que lo dices, si tienes Tanqueray...
-¿Algo más?
-No, no sólo eso, gracias -le digo mientras hago un signo de aprobación con las manos-.



El trato es cálido, y yo me siento cómodo. Es posible que sea mi cara, el alcohol es vasodilatador y se pierde calor de esta manera, pero de todas formas me ha causado una muy buena impresión... Ella es morena, de pelo más bien corto, por encima de los hombros, y aun bajo esta luz tan tenue podría reconocer su tono de piel. De un blanco muy muy clarito, y apuesto a que es suave también. Ojos almendrados y grandes, no sé si verdes o marrones, pero que me miran con impaciencia y un poco de cansancio. Parece que le pesaran las pestañas, y debe de ser porque las tiene muy largas. Unas cejas muy definidas y cuidadas dan paso al flequillo, pero lo que me interesa es el brillo de sus pupilas. Es extraño, difícilmente descriptible.

Una cosa que siempre he pensado es que las mujeres deben saber cuando las estás observando. Esa gracilidad en los movimientos y la decisión en el paso. O puede que sea la propia naturalidad de cada una, pero a mí me complace en todas sus formas.

Lleva  una camiseta negra de manga corta, neutra, sin mucho escote pero que te muestra lo justo para reconocer una feminidad acentuada bajo ella. El pantalón es también negro, pero en este caso largo, con un abrelatas colgado de una hebilla que no rompe la armonía de su definida y trabajada figura. Sus piernas terminan en un tacón no muy alto que le realza el tipo. Absolutamente impecable. Supongo que ha de ir así vestida por el trabajo, pero realmente pienso que le favorece mucho.

Cuando se da la vuelta la imagen no cambia, perfección y soltura. Va hasta la la nevera del fondo, la abre y coge una tónica, salta la chapa y es ese el único sonido que oigo por unos segundos. Rueda por la barra y cae al suelo. Metálico. Creo que puedo oír las burbujas que explotan dentro del cristal... o quizás sea ella al mirarme desde ahí y que todo esté sucediendo en mi estómago. Vuelve hacia mí, y sin dejar de mirarme coge la botella de la estantería. Deja los dos recipientes en la barra y baja la mirada para echar los hielos en un vaso de tubo que había al lado de la cubitera. Me sirve hasta el segundo hielo, y deja caer tónica hasta que se llena por completo. Algo ha debido de vaciarse antes para que se pueda llenar el vaso. Eso es ley de vida.

-Bueno, ¿cuánto es?
-Ay, espera... Que te falta el limón, no sé si quieres... -me ha cogido por la muñeca, y es suave ella, creo que gané las apuestas. Me mira atentamente-.
-Eh... sí, sí. ¿Por qué no? -no soy tan experto bebedor de ginebra como para decir que no, y en estas circunstancias me gustaría disfrutar un poco más de su compañía. Además, nadie podría decir no a esos ojos, dudo de un ciego incluso-.

Lo tiene todo a mano, y queda dispuesto en menos tiempo del que yo utilizo para darme cuenta.

-Son cinco cincuenta.
-A ver si llevo suelto y te lo pago justo -le digo rebuscando en los bolsillos-.
-Sí, no te preocupes -me dice mientras sonríe-.


Joder, qué sonrisa más blanca y bonita. Y me acabo de fijar en que lleva los labios pintados de un rojo claro.
No llevo monedas mas que la de dos euros que me devolvió Alfonso, así que tengo que entregarle un billete de cinco y llenarme una vez más de calderilla. "-Ten." Se da la vuelta, y en esta ocasión no me cabe la menor duda, sabe que la observo. Dios mío, ¡pero cuánta sensualidad puede albergar un cuerpo! No quiere dejar para las demás...
Me coge de la mano y me entrega el euro cincuenta. "-Gracias." No ha dejado de mirarme en todo el proceso, y ahora se apoya en la barra sobre los codos, con la cabeza entre las manos. Cojo el vaso, pero no me puedo ir. Tengo que calmar mi sed antes de decir algo. Ella rompe el hielo.

-Bueno, y ¿qué haces aquí sólo? En verano además...
-Ah, no... He venido con una chica que acabo de conocer. Mira, es esa del fondo, la que está sentada con los cuatro chicos - señalo hacia el otro lado y en seguida la reconoce-.
-¿Con Laura? -se levanta de la barra y se pone erguida-. 
-Sí, con ella.
-Pues es la ex-novia del jefe... 
-Joder, no sabía nada. Me dijo que el bar lo llevaban unos amigos.
-No, no, si amigos son. Ya te digo que si lo son... Bueno, o lo fueron. A principios de verano se acabó todo, aunque lo cierto es que no tengo ni idea.
-Joe, yo la acabo de conocer y me ha parecido una chica muy agradable, sincera y sencilla.
-Sí, ¡por supuesto! Ella es una chica genial, pero no sé, a veces esas cosas simplemente no funcionan... Y como ya te digo, ni idea de por qué.


Doy un trago largo a mi copa que se acerca peligrosamente a la mitad ya y le pregunto:


-¿Y tú? ¿Tú qué haces aquí?
-(Ríe) ¿Pues tú qué crees? Servir copas y poco más. Las camareras solemos hacer eso...

¿Me está tomando el pelo porque voy un poco tocado? ¡Pero qué se habrá creído! Lo peor es que no sabe que me encantan las mujeres que saben hacer reír.

-¡Y yo qué sé! A lo mejor eres un espía doble y esta es tu tapadera... Puestos a imaginar... -definitivamente y no quizás voy tocado del ala. ¡¿Pero a qué mente en su sano juicio se le ocurriría decir semejante gilipollez?!-.

(...)

Momento de tensión.

Ha habido suerte, porque ríe a carcajada limpia. Uf... Yo creo que si fuese chica hubiera huido. Sin lugar a dudas.

-De verdad tío, que hacía mucho que no me reía tanto -le están llamando desde el otro lado de la barra-. Espera un segundo, luego hablamos si quieres, que como ves tengo curro. Si me ves desocupada pásate por aquí y charlamos. Mi nombre es Irene.


Se sube un poco encima de la barra y me da dos besos rápidos con olor a naranja, rosas frescas y granadina. Quién diría que dentro de un bar podría sentir algo tan fresco y floral al mismo tiempo. Pero ya se ha ido a atender al cliente, poco a poco se ha ido llenando esto y parece que va para rato su tarea de calmar la sed todos ellos.

Vuelvo a donde se supone que estaban Laura y sus amigos, pero no están. Levanto un poco la mirada y los veo en la barra de la puerta, están pidiendo algo. Voy con ellos.

-¡Mario, cuánto has tardado! (Ríe) ¿Qué te parece el sitio? ¿No está mal no?
-Qué va, me está gustando mucho. La música no te destroza los oídos y se puede beber bien. Una gran elección por lo que veo la de hoy. ¡Pero ahora tengo que ir al baño! Así que si me perdonáis un segundito...
-¡Sin problemas, que no decaiga esto! ¿Eh...? -a ella también le empiezan a hacer efecto las dos copas de vino y lo que sea que se ha tomado aquí-. ¡Y vuelve!
-Por cierto, ¿dónde están?
-Allí al fondo, ¿los ves? -y me señala justo al otro lado de la pista de baile-.
-Sí, sí. ¡Ahora vuelvo!

(Y ahora volveré. Fin del segundo capítulo.)
______________________________

Joder, espero no hacer parones tan largos. Pero continuará seguro. Me faltan aún dos capítulos como mínimo. Lo dejo por hoy, porque no quiero hacerlo pesado.




__________________


Está escrito con Jazz, para el Jazz y por el Jazz.

"-Vestida de piano y saxofón."


(Recomiendo, hoy y siempre, la estación de radio del Grooveshark.)

______________________

Mientras tanto...