domingo, 23 de octubre de 2011

Si Dios no existiese muy probablemente adoraría al Sol.



Es cierto, me repito una y otra vez en lo mismo. Tengo ese tema recurrente del que siempre podría hablar aunque no tuviese nada que decir. Y me recreo en ello mucho más de la cuenta. Pero también existen tres religiones que adoran al mismo Dios y cuatro evangelistas que vienen a contarnos, en esencia, lo mismo. Así que no tengo de qué preocuparme, porque creo que es algo completamente humano pensar en la divinidad solar.

Esta es una pequeña reflexión que surge de esa horas de laboratorio en las que tengo que esperar a que termine la centrífuga o a que el reactivo de Lowry tenga tiempo de funcionar. Nace de mirar por la ventana y ver algo que no quiero que se vaya, pero que empieza a desvanecerse, debido a la inclinación que tiene ahora su incidencia sobre la superficie. (No paran de repetírnoslo en Ecología, como si no supiésemos el fundamento estacional...)


"El Sol es una mujer con los ojos de caleidoscopio que cumple años luz semanalmente. Es meticulosa, se levanta temprano para todos los días, y no tiene que elegir entre Este O-este vestido porque porque nunca se pierde en el Sur. Al menos no en el Hemisferio Europeo, ya que su sombra siempre se mantiene siempre al Norte. A veces corre cortinas blanquecinas, que cuando están de un gris sucio se dedica a lloverlas para que queden limpias."

Hoy ha sido un día grisáceo.
Avisaba silbando entre las hojas y luego se ha escondido tras su edredón de nubes.
Ya veremos qué quiere hacer al final.


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Tengo que redactar el segundo capítulo. 
Pero está ya en mi cerebro cómo tiene que ser.