sábado, 9 de julio de 2011

Hay noches en las que vuelve.

"Ella descansaba plácidamente sobre una nube porada ya por el alba. Tenía una corona de chispas azules y blancas sobre la cabeza y sólo cubría su cuerpo un vestido blanco largo de bordes plateados. Toda su figura se podía intuir con tan sólo imaginarla, no hacía falta que la mirases directamente. No tenía un cuerpo perfecto, pero sí un alma pura, y eso irradiaba la paz que yo buscaba en estos momentos.

Me ví entonces desterrado a lo profundo, donde el ímpetu y la vehemencia modelan el paisaje. Bajo tierra no hay leyes, reina la pasión, imperan las formas violentas, y no hay nada curvo. No era un ascetismo voluntario, por lo que no fue agradable. La oscuridad y el frío estaban en perfecta armonía, pero mi alma necesitaba calor y cercanía. No distinguía mis labios, pero supuse que eran púrpura. Los noté hinchados. Todo estaba húmedo, y yo poco a poco perdía pigmentación. Como en un proceso evolutivo acelarado.

Entonces despertó. Ella se levantó, y al mismo tiempo todo el universo. La tierra se abrió en dos, penetró la luz, y la oscuridad se escondió entre las piedras sueltas que quedaban. La humedad ahora refrescaba, y todo tornó en su color natural. 

Se acercó.

(Era de mares cristalinos o de argentum.) 


Me miraba a la vez que sonreía.

Se acercó un poco más.

Me invadía el calor y la tranquilidad. Mis yemas de los dedos se electrizaron, y entonces pude tocarla. Primero sus brazos, luego sus hombros y después la nuca y la espalda. Ella me retuvo entre sus brazos y rozó mis labios sin besarme. Se crearon puentes de magnetismo acentuado. Y fue imposible resistirse a algo que era tan inmaterial y tan físico al mismo tiempo. No se trataba de un beso. Iba más allá de la corporeidad. 

Eran dos almas en una fusión incandescente. 
Que nadie separaría.

Al menos no hasta que despertara."


No fue Annie. Ella no es tan adorable.
Le falta trecho aún.



No quiero yo. Y no quiere mi subconsciente tampoco por lo que veo.

No quiero ser uno más. No quiero ser ellos. No quiero nada de lo que ellos quieren o han querido. No busco nada de eso. Y ahora lo sabemos los tres. Tú, yo, y el que se encarga de poner toda esta maquinaria nocturna en mi cerebro.

No viviré por siempre.
Pero sí lo hará este sentimiento.
Porque queda por escrito. Perdurando hasta el fin.