lunes, 8 de noviembre de 2010

Sueños de porexpán azul.

Son sólo brotes verdes de lo que puede llegar a ser todo esto. Estoy empezando a darme cuenta de las dimensiones que está tomando en mí, y de lo que me involucra. Y no quiero volver a cualquier otro tiempo pasado, por que no fue mejor. 

Por primera vez he analizado el significado de "echar de menos", y es un sentimiento que ahonda más de lo que imaginaba.

Llego una vez más a casa, y me tumbo en la cama. Miro hacia el techo, e imagino formas imposibles. No se mueve nada en mi habitación, no se oye nada en el pasillo, ni tampoco en el salón. Se me ha olvidado cerrar la contraventana, y la persiana está bajada. Por las rendijas se cuelan líneas rectas que intentan ser paralelas. Pero el movimiento de las luces de los semáforos impide esta amistad cercana de convivir al lado en la pared. Pasa un coche, pasa otro,  y cierro los ojos. Intento adivinar las curvas y las trazadas de las ruedas sobre la calzada. Pero únicamente soy capaz de pensar en las curvas de las que los vaqueros se cuelgan.

Hace falta un poco más de calor aquí.


Soy un viajero entre los planos de la existencia. Los recuerdos más recientes se mezclan con las experiencias del pasado, y configuran una nueva realidad. Una realidad que me absorbe, y que me invita a no dejarla escapar. Pero sobre la que yo no tengo el poder de retener, pues la decisión se toma desde otra dirección.

Puede que simplemente sea por la pelota de golf que habita en un lateral de mi colchón, o simplemente puede que sea alguna almohada me haya declarado el estado de guerra. "Sentado sobre el ojo de mi mente", observo cómo la noche se cobra mi cansancio acumulado. Y de esta manera, se cierra el ciclo.

El ciclo de dar y recibir.